El primer “brote”
Como la primera vez que volví a casa, a la Argentina, luego de haber vivido por un año y medio en Italia. Volvía con un montón de cosas por resolver: tenía que decidir dónde vivir; acababa de sufrir una gran frustración porque no había pasado la selección de la escuela de Teatro de Bolonia en la que tenía puestas todas mis esperanzas. Además, quería reanudar la relación con mi papá que con el tiempo se había hecho cada vez más distante. Bueno, con todo eso encima la primera noche en Rosario fuimos a un parque con la familia de mi novio, del que había estado separada durante todo ese tiempo, nos estábamos hamacando todes juntes en un vaivén y de pronto me subí a un árbol, con el que sentí una profunda conexión y comunicación, lo abracé, me acosté en sus ramas, salté. Mientras contemplaba el efecto del aire y la luz sobre las hojas, Gustavo, mi novio de aquella época (el gran amor romántico idealizado condimentado de un año y medio de separación oceánica), se acercó y me dijo que tenía mirada de loca. Esa frase me hizo entrar en una paranoia culposa: pensaba que podía hacer enloquecer a quien hablara conmigo y tenía miedo de haber enloquecido. Eso me duró por bastante tiempo, pensaba que el televisor hablaba de mí cuando pasaron la peli sobre Lady D. Finalmente se me fue yendo durante el viaje con Gus a dedo por la Patagonia, si bien por un tiempo seguí teniendo fantasías de ser manipulada, sobre todo por los hombres. Creo que al estar más sensible eso se percibe con mayor claridad, porque aunque lo suframos constantemente en nuestra propia cultura patriarcal estamos como inmunizadas a través de los mecanismos machistas internalizados.
Ahora hago reivindicación política y provocativamente bandera de mi locura junto a grupos de loques orgulloses, pero en aquel entonces no era así, la “gente común” le tiene mucho miedo a la locura. Se suele decir “¿estás loque?” cuando alguien exagera, o hace cosas extrañas; se atribuyen a la locura las acciones criminales, les psicopátiques, son para el sentimiento común extremadamente peligrosos, etc... Yo trato siempre de oponerme a estos comentarios, declarándome loca públicamente e invitando a pensar a los que se expresan así que son la mayor parte de las personas. Si bien tuve cuatro crisis casi nunca fui violenta (sólo en un momento mordí a una enfermera según lo que contaron en el hospital donde me ataron). No es que la enfermedad te transforme, sino que quita las barreras y potencia lo que ya una persona tiene. En mi había el egocentrismo omnipotente y la culpa.

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