¿Y por qué el viaje? Qué tipo de alucinaciones tuve

 En ese mismo período me costaba mucho seguir el discurso concreto y material de Adrián, mi primo que me hospedaba. Él me hablaba del dinero que yo tenía que sacar del Banco, de hecho cuando fuimos juntos a hacerlo yo sentía que tenía que poner demasiada energía, que no podía, no recordaba la clave del cajero y me senté en el piso. Luego encontramos a un artista callejero y me acuerdo de que le di dos pesos porque sentía que, en ese momento, el número dos nos habría hecho bien a mí y a mi primo.

Me parecía que la gente que estaba alrededor mío decía que visto que el artista me gustaba podía comprarlo, me sentía una privilegiada europea como si pagara las prestaciones de una “prostituta” y el dos fuera nuestra unión simbólica para no tener que hacerlo de verdad. En ese momento sentí como si la cabeza se parase por un segundo, se apagasen los ruidos y recuerdo que fue ahí que dejé el billete, como si una persona buena entre el público me hubiese sugerido mentalmente la solución simbólica. Yo me sentía indefensa como si la gente amontonada alrededor estuviese desconforme porque quería ver acción.  

 Volviendo a mi primo: una vez me contó que había una mujer loca que sacaba al perro con bolsitas de plástico atadas en lugar de usar correa y yo tenía miedo de que hablara de mí, dado que en esa época sacaba a pasear a su perra (que se llamaba negra), que en realidad era la perra de mi tía que se acababa de morir. Mi “amiga” Soledad me había dicho que la perra podía ser un puente para comunicar con mi tía, porque percibía la energía. Sole me había prestado un libro en el que se describían diferentes tipos de personalidades y me había dicho que la mía correspondía a la de mártir. El libro tenía también ejercicios para superar esas rigideces, entre los cuales jugar con animales, así que en ese período estaba mucho con la perra, hasta dormía en mi cama... Y yo creía que mi tía comunicaba conmigo a través de la perra, como no había podido saludarla me sentía en deuda y la extrañaba.

Por eso, una tarde en la que estaba programando el taller para la Facultad de Psicología, antes de encontrarme con Tántrico en lo de mi abuela y de tomar el LSD, cuando de golpe la “negra” empezó a ladrar y terminó ladrando hacia afuera de la ventana que tenía abierta porque hacía calor, pensé que el espíritu de mi tía se estaba yendo, tuve miedo de perderla para siempre y cerré rápidamente la ventana.

Me acuerdo de que le puse flores a una estatua de mi tía y puse a Serrat, cantautor que era su ídolo de toda la vida, y que cada vez que el grabador se paraba sentía que ella me estaba comunicando su presencia. Recuerdo que Sole me había dicho que podía comunicar con ella también por medio de rituales para saludarla y yo lo tomé al pie de la letra, ¡dialogaba con ella! Fue muy fuerte perderla, porque si bien hacía tiempo que vivíamos lejos siempre fue muy afectuosa y estuvo presente.

Aunque era bastante dura a veces en sus modos de ser y demandante sobre todo después de su enfermedad, otras veces decía algunas cosas que aún me siguen sirviendo. En el momento en que supe de su muerte, (que encima lo supe sola en un hostal donde no conocía a nadie), me acordé de una frase que me había dicho cuando me venían los ataques de vacío por la muerte. Yo desde chiquita tenía esos arranques un poco de loca, de tener que gritar cuando me ponía a pensar en la muerte porque sentía como una especie de agujero en el alma. Mi tía una vez me dijo simplemente: “hace falta hacer espacio a otras personas, para que nazcan”... y cuando ella se fue nació la hija de mi primo. Tal vez por eso esa noche de LSD en casa de mi abuela paterna esa foto tan roja de la recién nacida me había parecido diabólica, no porque yo crea en el diablo sino más bien porque no me bancaba tener que conformarme con este cambio. Me sentía tan en culpa por no haber estado, por no haber llorado, por no sacrificarme por mi primo... que ¡tuve que volverme loca! No creo que haya sido sólo el LSD.

 

Cuando terminé el libro Sole me pidió que se lo dejara en el almacén de al lado de la casa de mi primo. La almacenera me recibió con una caja de remedios en la mano (yo lo interpreté como que la estaban extorsionando para hacerlo o que era un modo de salvarnos ella y yo), porque la veía muy nerviosa. No entendí por qué Sole me había pedido que se lo dejara a ella si después vino a verme a lo de mi amiga Alicia. Por eso me dio mucho miedo, así que cuando se fue tiré las flores de Bach que me había preparado.

Todes pueden ganarme en este Truman Show

Mi cabeza no para, todo depende de mí

Los sufrimientos del mundo me traspasan, debilitándome.

 

También recuerdo que en esos días, mientras estaba leyendo el libro que me acababa de regalar Armindo, un activista de TO de Sao Paulo, que hablaba de un accidente, se me cayó el café y tuve miedo de que por eso pasara algo grave. Traté de hacer algo para remediar y cuando salí a la calle y hubo un choque a pocos metros de mí, pensé que era por lo del café y empecé a sentirme responsable de todo el daño del mundo.

Entre las acciones que supuestamente tenía que hacer para liberarme del “modelo de mártir” estaba comprar. Fui a una dietética (para comprar productos orgánicos) y me acuerdo de que me sentí cuidada por el vendedor porque pensé que un cliente se estaba informando sobre lo que yo compraba. Yo me sentía como un trofeo de un juego entre ciudadanos de Argentina e Italia, un poco como en la peli de Hollywood, The Truman Show; y creía que si lograban “ganarme” manipulándome obtenían puntos para un premio en dinero. Estaba indecisa entre mi familia y amigues de toda mi vida, que sentía que se lo merecían más por el hecho de haberme dado tanto aunque los sentía sobreprotectores, y Tántrico, que me atraía mucho, y sus amigas que sentía que trataban de poseerme pero sin maldad, sólo para que compartiera con ellas una vida que creían mejor, pero que a mí me asustaba. Una vez que vinieron a visitarme y mi primo no estaba, le dejaron unas empanadas junto con un cuchillo, que interpreté como una amenaza y mensaje para Adrián de que ellas dominaban.

 Pero el riesgo al que más le temía era al de terminar siendo poseída por un extraño que no lo mereciera y sin saber qué habría hecho de mí, si sólo me hubiera descuidado o equivocado. O sea que mi responsabilidad era gigantesca, no sólo porque yo habría podido sufrir daño, sino también por el resto del mundo. No era libre de moverme, de hablar ¡ni de pensar! es sumamente agotador estar obsesivamente pendiente de tus propias palabras, de lo que te pasa por la cabeza, de tus acciones y de lo que ocurre a tu alrededor. Las personas cercanas lo notaban en mi cuerpo, tenía cada vez más tics, me lo decían y eso aumentaba mis paranoias.

Volviendo al vendedor de la dietética, me trataba como si fuera una niña ayudándome a elegir con tono infantilizante, yo siempre tan insegura. Lo sentí de la parte de mi papá porque me propuso como infusión unas hierbas patagónicas y, mi papá ahora vive en la Patagonia.

 En la puerta de salida me encontré con una psicóloga amiga de mi mamá. Yo a ella la vi muy mal, pero ella no se dio cuenta de nada, fui a una verdulería y después de haber comprado un choclo y dos papas pensé que era fálico y me causó impresión, pagué y salí con miedo de hacerle daño al primer hombre en el que hubiese pensado. Luego, pasando por la plaza Sarmiento (que era donde de chica me juntaba con la barra), me paré en los puestos de libros y me compré varios, bastante impulsivamente. Me sentía una subversiva en pleno proceso militar, como cuando fui a buscar unas fotocopias de Pepe, un activista de TO rosarino, a la escuela en la que trabajaba.

Todavía no entiendo lo que pasó en esa ocasión, pero cuando salí de la escuela, un taxi con un cliente me hizo seña de que me subiera y me llevó gratis a la casa de Adri. Yo no hablaba, el cliente pagó por los dos sin conocerme y el taxista creo que me alcanzó otro tramo sola y yo pensé que estaba haciendo algo muy arriesgado. Oía que en la radio contaban cosas relacionadas con eso, quizás eso tenga que ver con una especie de idealización de la lucha de la época de mis padres que quise re-crear para poder vivir y sentirme verdaderamente coherente y comprometida con mi trabajo y mis ideologías.

Otro delirio que tuve fue el miedo hacia la mujer de alguien muy cercano. Como ya dije antes, el episodio psicótico me hizo reinterpretar el pasado confundiendo los hechos, en este caso me acordé de cuando, algunos días antes, me había quedado de visita en su casa por una semana. Cuando, después de haber decidido hacer la pizza me había puesto a amasar, ella quiso hacer también su masa, y en mi reinterpretación pensé que había sido para robarme poderes. Además, imaginé que había querido “ojearme” porque me había cortado un mechón de pelo y lo había guardado en una bolsita “de recuerdo”.

 

En ese momento todo era arriesgado, como ya conté, los carteles de la calle me daban mensajes que tenía que descifrar y hasta lo que escuchaba que decía la gente, porque en realidad era todo como más “ofuscado”.

En ese embotamiento algunas frases sobresalían y yo sentía que eran las que tenía que analizar. Recuerdo que una vez me parecía que la gente hablaba de mí en el ómnibus y decía algo sobre el conductor, que podía ganarle a mi familia la manipulación sobre mí. Yo sentía que no podía estar sin ser manipulada, no existía libremente, me había dado cuenta de eso y prefería ser una niña infantilizada en manos de familia y amigues cercanes. Entonces descifré que la gente decía que me tenía que bajar, si bien no escuchaba esas palabras, hablaba de cosas que no tenían nada que ver, de política, del tiempo y yo analizando lo que decían captaba el mensaje que me parecía que “me tenían que pasar”. Sentía que había distintos niveles de conciencia en las personas y que yo había vivido hasta ese momento sin darme cuenta, que había gente que vivía como zombi y otra que era perceptiva y podía servir de canal para poder entender y manejar lo que me estaba pasando, como el grupo de Sole que me daba miedo pero que en un momento sentí que era el único con el que podía comunicar. Elles tenían muchos comportamientos extraños, las mujeres hacían los “Sabas”, decían que manejaban energías. Cuando una vez estaba pasando delante de la casa de Tántrico, abrieron la puerta y dijeron que me habían sentido, no tenían timbre y abrían con la percepción.

 

Otra vez tuve miedo de ser manipulada cuando la Colo, la amiga de Sole que era lesbiana, había dibujado una flecha en el lugar donde yo estaba sentada y había escrito “yo la quiero”. 

Sole me dijo que todas las veces que había ido a Rosario me había hecho terapias, cuando en realidad nunca se lo había pedido, sino que yo lo tomaba como juego: el i chin, las flores de Bach, el horóscopo maya. Me pareció muy estúpido siendo ella psicóloga, aunque no fuera mi terapeuta no creo que se deba hablar así. ¿Te hacen terapia sin tu consentimiento? Después supe que ni siquiera podía dar flores porque no es compatible con la profesión.

Yo sentía que me querían convencer de que el TO no servía y era mejor la espiritualidad. Como cuando fuimos con Tántrico a la casa de una alumna de yoga que yo asocié a la de una bruja, había cruces en el pasillo, un gato negro y ella tenía el pelo enrulado como yo pero menos afro. Yo tengo mucho pelo enrulado, estilo ’60 de las panteras negras, a veces me llamaron Angela Davis. Me costó aceptarlo, cuando iba a la escuela lo ataba siempre, ahora me identifican con él y es un gran peso, digamos que no paso desapercibida y entonces tengo que estar dispuesta a mostrarme. Creo que mi personalidad cambió mucho desde que decidí dejarlos libres, pero cuando me rapé no me sentía más yo.

A la alumna de Tántrico, cuando llegamos le sangraba la nariz y yo pensé que era porque ella ponía su cuerpo para poder convertirme, porque creía mucho en eso. En la habitación había colchonetas y frazadas, una de estas mimética, empecé a sentir una energía muy fuerte que subía de la pelvis cuando estaba sentada, yo pensé que era Tántrico que me la producía por telepatía. Creo que fue como un orgasmo a distancia, porque me gustaba mucho y serían proyecciones mías, nunca me había pasado antes.

Enseguida me asusté vi la frazada militar y empecé a pensar que elles me querían convencer de que lo mejor era vivir en ese estado y no pensar en las cosas negativas de la vida que eran para manipular a la población y tenerla enfrentada (Divide et impera). En cambio, viviendo en las nubes, no te hacías malasangre: total no cambiaría nada.

Fue ahí que empecé a recurrir mentalmente a mi ideología (TO) diciéndome las frases que me dan fuerza como por ejemplo: “Hay que tener el coraje de ser felices!”, etc. Sentía que en realidad eran elles les que querían manipularme y convencerme con una especie de guerra ideológica.

Adrián, mi primo por parte materna, una vez me invitó a comer a un tenedor libre, pero yo sentía que tenía que entender lo que podía comer, no era libre de elegir lo que quería, sino que tenía que seguir reglas para poder comer. Me sentía examinada, como si estuviésemos en un “Gran hermano” y yo fuese la representante de las mujeres que luchaba por el aborto o algo así. De hecho en Argentina aún era ilegal y morían muchas mujeres pobres de abortos clandestinos. Quién tenía dinero se salvaba. Mi primo me había confesado que estaba comprometido en esa causa dado que mi tía había abortado varias veces antes de elegir tenerlo. Yo sentía que mi primo era un aliado, pero igual no podía ayudarme mucho porque era el representante de los hombres. Entonces yo tenía que entender los gestos de una moza para saber qué tomar y comer y cómo hablar. Sentía también que estaban evaluándome y me podían sacar la ciudadanía argentina si no respondía bien.

El último día me pareció entender que mi primo me quería avisar que en su casa me controlaba la agrupación de la Franja, donde él milita en la Universidad. Entonces me escapé sin saludarlo (me sentía espiada porque el teléfono hacía ruidos raros) y antes de irme le dejé las llaves de su madre, con llavero de forma de flor, enterradas en una maceta. Creo que las enterré porque no había visto la tumba de mi tía y como ya comenté antes, tenía miedo de que su “alma” quedara encerrada en la casa y que mi primo pudiese sufrir y no lograra elaborar el duelo. Me acuerdo de una noche en la que me desperté y sentí que tenía que darle mi dinero a mi primo y en la plena madrugada fui a su habitación con el dinero que había ganado nel laboratorio che había hecho para el GTO de Rosario, él me dijo que era mío y que volviera a dormir.

También sentía que el GTO (Grupo de Teatro del Oprimido) de Rosario estaba de mi parte porque cuando estaba yendo a la meditación con Tántrico y su alumna había encontrado a uno de ellos que me había tratado de convencer de que no fuera, yo sentí que era para cuidarme. Pepe me había invitado a reemplazarlo en el taller que daba en el terciario, pero no pude hacerlo porque sentía que no lograba concentrarme. Igualmente, en el finde anterior, había hecho un taller de Arcoíris del Deseo (técnicas intrapsiquícas del TO de la familia del Psicodrama y Constelaciones familiares pero con objetivo socio-político) con el GTO y sentía que elles habían puesto todas sus energías para quitarme la manipulación, en un momento habían sacado i ching pero yo había dicho que no quería porque los asociaba a Sole, luego nos habíamos puesto a tocar la guitarra y percusiones con un instrumento de pezuñas de vaca y cantar al final del taller y yo sentía que era para imitar al diablo y demostrar que podíamos ser fuertes. Escuché como que decían: ¡mirá cómo está, que cargada! y que Pepe le decía a su pareja que no sabía como iba a estar porque yo estaba así… A mi me gustaba Pepe y sentía que esto podía hacerle daño a él o a su relación.

En mis delirios yo sentía mensajes como de fechas y números y pensaba que eran los años que le quedaban de vida a mi abuela paterna, Raquel.

La memoria anterior a la crisis la tengo muy confundida porque, como ya dije, fui re-interpretando casi todo. Eso también me pasó con algunos episodios de São Paulo, tuve miedo de que los chicos a los que había cuidado, nietos de la mujer que me había hospedado hubiesen tenido miedo de que los violara y que por eso no me habían saludado. Tenía miedo de hacer cosas de las cuales no era consciente.

Dicté un taller de arcoíris del deseo en la Facultad de Psicología de Rosario, durante el cual sentía que todo lo que las estudiantes hacían era para ayudarme a salir de mi crisis. Me había maquillado y después del taller pensé que eso había arruinado el trabajo del grupo, porque le había quitado valor real. Como si por haberme puesto esa máscara hubiera ocultado la espontaneidad y perdido capacidad de enfrentar a las fuerzas que me manipulaban. Como si no hubiese querido aprender la enseñanza de las estudiantes, como si me hubiese protegido y eso demostrara que no me confiaba en el grupo y por esa falta de confianza cualquier efecto habría sido banal. Me acuerdo de que habíamos trabajado una historia personal simbólicamente, sin contarla verdaderamente y una participante quería saber a toda costa como era y yo por lo tanto la sentí como una espía. Cuando el taller terminó me puse a llorar, me sentía muy identificada y por eso tendría miedo de que se contara la historia porque pensaba que hablarían de mí. Por suerte el grupo no notó nada. Eso es lo que me sorprende, ¡¿cómo fui capaz de disimular tanto?! Pese a que por dentro estaba tan mal, ni siquiera la gente más cercana notaba nada, como incluso otra psicoanalista amiga de mi madre a la que consulté para buscar ayuda. Nos encontramos en su estudio y me empezó a hablar de mi mamá. Yo pensé que le había pasado algo, se lo pregunté y ella me tranquilizó pero sin sospechar que yo estaba tan mal. Como ya dije, cuando me agarran esos miedos la culpa me persigue bastante, y siento que puedo ser peligrosa si hago algún movimiento o tengo algún pensamiento “equivocado”. Ahora creo que esto está profundamente ligado a la cultura patriarcal heteronormativa que controla el cuerpo y la mente de nosotras mujeres procreadoras al servicio del capitalismo. Nosotras que tenemos el rol no sólo de procrear físicamente sino también de educar a les hijes y alumnes para una familia heteronormativa patriarcal violenta que termina por inculpar a la misma mujer de todas las consecuencias, incluso la de ser demasiado rara, emotiva, rebelde. (Assunta Signorelli “Vivere la differenza” p.107). Por eso es necesario luchar desde el feminismo y la locura porque no creo que sea una casualidad que en la Facultad de psicología me hayan enseñado que la mayor cantidad de víctimas de patologías psiquiátricas en edad adulta son mujeres. A partir de la histeria siempre se ha patologizado la emotividad femenina. Si bien no me gusta hablar de estadísticas, en ellas se basan los psiquiatras que incentivan el consumo de psicofármacos al servicio de la ganancia de las multinacionales.

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