La importancia de la revolución de la locura

 

 Quiénes son les loques y quiénes les sanes, me preguntó un amigo, y yo había pensado siempre en eso, pero fue ahí que me di cuenta que igualmente hay diferencias de vivencias y sentí que es importante que se entiendan para no disminuir el problema social de la marginación. Debemos darnos cuenta que el origen es social y si la persona anulada en su expresión distinta fuera escuchada cambiaría la sociedad… es por eso que me defino una LOCA CONSCIENTE Y ORGULLOSA. 

Hoy vi un video del Mad Pride de Torino donde el líder decía que lo que para los psiquiatras son patologías para ellos representan poderes subversivos.

Un trabajador de ese grupo decía que es responsabilidad de les loques hablar públicamente difundiendo otro pensamiento respecto al concepto de enfermedad mental. Afirmaban la necesidad para todes (no sólo para les loques) de desarrollar estrategias de control que sirven para manejar los síntomas. Para el Mad Pride el objetivo es mostrar lo que más miedo da a la sociedad: el excluido, el loco que no se adapta, como para acercar y también actuar en la sociedad para cambiarla con una revolución de locura.

Lamentablemente el líder era tan irrefrenable que “se tuvo que suicidar porque no podía pararse” dicho por él mismo tras un intento de suicidio anterior al definitivo.

Creo que  que hay que hacer "revolución"para cambiar el modo de ver a les loques, porque al final nunca se ha llegado a ver al loco, y menos que menos a la loca, desde otro ángulo que no fuese el de “enfermo” a quien ayudar a volver a la realidad, sin asumir el riesgo que supone la locura. Me pregunto cómo se puede trabajar con ella sin aceptar sus riesgos, sin cuestionarse como sociedad creadora de esta marginalidad, sin dar espacio a otras perspectivas de realidad u ocultándolas por miedo a la deconstrucción que implican. La cosa más loca que hizo el hombre (masculino), fue el querer “curar científicamente” el aspecto más caótico de la persona, su psiquis. Yo creo que para trabajar con la locura hay que ponerse en juego y aceptar el riesgo de perder las propias certezas. El pensamiento logico-matemático válido dentro del sistema patriarcal binario heteronormativo es el que marcó la expresión de la mujer incluso en la intimidad de su psiquis, sin dejarle una via de fuga. 

Yo estoy convencida y leyendo Signorelli me convenzo cada vez más, de que las mujeres estamos destinadas “socio-culturalmente” a ser oprimidas y de que no existiendo un mundo a nuestro alcance que nos abarque y nos refleje, el sufrimiento queda silenciado.Puedo sentir, gracias a la sororidad, el sufrimiento de todas las mujeres, y creo que todas nosotras sufrimos en algún momento de nuestras vidas abuso, violencia, maltrato, etc., tanto físico como psicológico.

No basta con dar un diagnóstico extraído de un libro y ver a qué receta le corresponde según los experimentos, cada une de nosotres que estamos del otro lado del poder llegamos como víctimas y necesitamos volver a ser protagonistas de nuestras vidas, para luchar y no aceptar pasivamente la cura. El psiquiatra tendría que bajarse del pedestal y darse cuenta de esto, pero es difícil que suceda porque quien tiene el poder no lo suelta, les opresores no son les que romperán la cadena de opresión.

 Entonces necesitamos usar esa revolución interna con la que llegamos al consultorio para hacer una revolución externa. Esto me recuerda una obra en donde el loco se ponía el delantal del psiquiatra y empezaba a preguntarle cómo estaba y este se volvía loco por el cambio de roles... A veces creo que los psiquiatras usan su poder para defenderse. Por ejemplo en mi caso, por años mi psiquiatra y mi psicóloga trataron de hacerme creer que no debía sentir como un estigma el tomar psicofármacos y aceptar hacerlo por toda mi vida. Ahora en cambio he conocido un punto de vista distinto mediante la lectura de una psiquiatra (Signorelli Assunta “Vivere la differenza” p.77) que considera el uso de por vida del fármaco como un límite de la cura y seguramente no como el único instrumento útil. Yo no voy a levantar una bandera de oposición incondicional al fármaco porque creo que me haya en ciertos momentos ayudado mucho. Pienso igualmente que el rol del psiquiatra tiene que redimensionarse. A lo largo del texto podría criticar, pero tienen que leerse así: como quien igualmente todavía usa psicofármacos y entiende que a veces son útiles. Cuando se llega a terapia con este “dictador en la cabeza”, el psiquiatra tendría que facilitar la autonomía con respecto a la terapia. Tendría por lo tanto que trabajar para el fortalecimiento de la confianza en sí misma de la “persona”, concebida no sólo como “usuaria”, en vez de aliarse al dictador creando dependencia y tomando el rol del “salvador”. Por eso creo que les psiquiatras tendrían que confrontarse con el propio delirio de grandeza.

Una vez le dije a la mía que en el pasado le había ocultado algunos síntomas por miedo a que me diera más fármacos y ella como respuesta me dijo: “es un problema si no puede hablar de su psiquis”. Pero cerró ahí el discurso sin hacerse una autocrítica ni darse cuenta que también ella se habría tenido que cuestionar. Quizás los profesionales de la psiquis tienen tanto miedo del fracaso que no siempre logran escucharnos y terminan por hacer monólogos desde el trono sin tomar en cuenta a la persona que se encuentra enfrente en su unidad y su unicidad.

Cuando mi psiquiatra me dijo que pensaba que tenía que tomar el psicofármaco por toda la vida para no arriesgar yo le dije que prefería arriesgar, aunque todavía los sigo tomando no me imagino tomándolos por siempre. Siento que para estar en contacto con mi cuerpo que me dice cosas necesito sentir también estos síntomas que duelen. Además, no quiero renegar esta mirada del mundo que, si bien me cuesta sostener, a veces me regaló lindas y profundas percepciones. Estoy orgullosa de ser sobreviviente y de poder contarlo; me siento un poco privilegiada por este ir y venir a través de mundos posibles, y quiero transformar este privilegio en una especie de voz de quien no tiene el coraje de hablar. Pongo mi cuerpo político para quien se conforma a quedarse en donde la sociedad nos quiere poner a nosotres loques: en la vergüenza, escondides, en nuevos manicomios de invisibilidad. Querría que esto sirviera a combatir los prejuicios de peligro de les loques, para que se pueda entender que la persona con síndrome psiquiátrica no es une asesine en potencia. Para desencadenar esa acción hace falta ser violentes de base, más allá de lo que digan los medios cuando dicen por ejemplo que alguien en un raptus de locura mató a su mujer, ¡eso es Patriarcado, no locura! Todas las personas podemos ser locas y no es obligatoriamente negativo, puede ser una subversión inconsciente a este mundo que nos quiere a todes iguales.

Yo estoy cansada de que nos infantilicen, otra frase común es “hay que darles siempre la razón a les loques” o no se habla con les loques para entenderles, no hay nada para entender en elles... y de que nos vean como personas por curar. ¡También nosotres podemos curar a la sociedad enferma! Tenemos tantas cosas por decir porque sentimos más injusticias, porque vivimos en el cuerpo nuestros fracasos, porque somos los anillos débiles, pero si ustedes “sanes” continúan excluyendo de su campo visual a nosotres loques, mirando en cambio sólo a les más fuertes, arriesgan todes de convertirse en ciegues hacia su parte “loca” que tienen miedo de mirar e integrar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Y por qué el viaje? Qué tipo de alucinaciones tuve

Cuando me volví crónica para la psiquiatría