¿Cómo se me ocurrió contar mis locuras?

 

Soy Luciana/Ana, mujer, pobre, desocupada, negra, migrante y…

¿psicótica?

Mi cuerpo sin piel, manipulado por el patriarcado

Hierro fundido en mi centro, duele

hiere

En silencio trato de no dejarme ver.

¡Culpa!

 

Mi abuela me decía “por qué no escribís un libro sobre tus viajes, dado que viste tantas cosas bonitas (Angola, México, Guatemala, Cuba, Honduras, Perú, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Palestina, India, Marruecos, Alemania, España, Portugal, Polonia, Irán, etc.). Y después de tanto insistir, mi abuela tenía 95 años así que repetía a menudo las cosas, se me ocurrió escribir sobre mi viaje interior, mi “psicosis”. Empecé haciendo talleres con loques, luego comencé el libro y mientras lo iba escribiendo se me ocurrió unir el feminismo a la salud mental, haciendo talleres de Teatro de las Oprimidas (Magdalenas Locas). Además, creé un monólogo porque me costaba tener un grupo de locas, pero igual teníamos muchas ganas de hacer algo y junto con Claudia Simone nos fuimos mandando videítos. Gabriella Tritta me ayudó en la dirección y así nació: “Mi cuerpo político, mi mente demente” que fue tomando cuerpo gracias a todas las personas que lo iban viendo en casa o en otras partes y criticaban. Está en trozos a lo largo de los capítulos y al final por completo. Me gusta actuarlo donde me reciben, en la calle, plazas, teatros, etc… La foto de la tapa es de una presentación de estas hecha para la inauguración de la Raposa, un local feminista en Barcelona, España que se hizo en la calle. Puedo decir que pude aprender a transformar con el tiempo mis límites, mis brotes, en lo que me empodera más. Me gustaría que pasara este mensaje: ¡somos capaces de transformarnos! Yo trato de hacerlo desde la militancia, el Teatro de las Oprimidas. Como decía Augusto Boal (dramaturgo que creó el Teatro del Oprimido) democratizando el arte la gente entiende que es capaz de hacer metáforas de la realidad y por lo tanto también de transformar la sociedad. Une ciudadane no es quién vive en una ciudad sino quien trata de transformarla, obviamente se puede hacer colectivamente porque individualmente no se logra.

 En este período estoy retomando los monólogos de la vagina. La autora dice explícitamente que nombra la vagina como forma de resistencia al tabú que perpetúa la violencia de micro y macro machismos. Bueno, me gustaría hacer la misma cosa con la locura.

Empecé a pensar en escribir, como dije, a partir de la sugerencia de un viaje: ¿a dónde querría llevar a la persona que lo vaya a leer? ¿Cómo invitarla a deconstruir tabúes y opresiones que crean marginalidad y autorizan tratamientos violentos que se aplican a las personas como si fueran objetos? Por otro lado, creo que para encontrar alternativa a este sistema capitalista que es el mercado de los psicofármacos haría falta replantearse todo, incluso lo enfermizo que es y ¿quién mejor que una enferma etiquetada como crónica podría decirlo? A veces llego a pensar que incluso hay una tendencia a ver cualquier comportamiento no normalizado como patológico y que esto está al servicio del capital, ya que en el mercado de los psicofármacos están en juego los intereses de las grandes multinacionales farmacéuticas. Los psicofármacos parecen ser peligrosos para quien los toma durante mucho tiempo: bajan mucho la esperanza de vida, crean dependencia y producen a menudo efectos colaterales, incluso graves, que descubren les mismes pacientes dado que los estudios estadísticos son raros (como dice Piero Cipriano en su libro Manicomio Chimico). Además en la página 56 con el título “Los neurolépticos (o antipsicóticos) deberían haber eliminado la esquizofrenia y en cambio la han hecho crónica” dice que los llamados antipsicóticos de hecho son sólo neurolépticos término acuñado por Jean Delay (uno de los médicos que descubrieron el efecto sedativo sobre los síntomas “floridos” de los psicóticos en el 1952 del primer fármaco clorpromazina, que yo tomo) del griego neuro (nervioso) y lepsis (bloque). “Nombre para mi más honesto respecto al inventado después, antipsicótico, porque representa mejor la capacidad de tales remedios de inducir un estado di inercia psicomotriz, indiferencia emotiva y desapego afectivo (neurolepsia)”. Mi ex doctora quería que volviera a tomar el Ziprasidone que por el momento suspendí porque estoy buscando un embarazo y tiene menos investigaciones sobre eso. Cipriano dice que se prefieren estos antipsicóticos atípicos porque tienen menos efectos colaterales y son propuestos como remedios más eficaces en el tratamiento de los síntomas, así como en las psicosis graves crónicas y resistentes a los neurolépticos tradicionales. Pero las síndromes, en estos años, no mejoraron… por lo tanto son sólo neurolépticos que crean cronicidad? En realidad yo non siento el desapego afectivo, indiferencia emotiva e inercia psicomotriz, pero la doctora me dijo que los tendría que tomar por siempre, entonces soy crónica… y leer que lo que tomo da estos efectos me preocupa… yo en cambio siento que los remedios paran mis pensamientos paranoicos… pero no quiero depender de ellos para siempre.

Creo que cada persona que los necesite debería ser libre de elegir con la ayuda de expertos, sin ser tratada como objeto y sin que tomen su lugar. ¡Nosotres somos la única categoría de enfermes a la cual se puede forzar por ley a tomar un remedio! 

 Además participo en el grupo de usuaries expertes “palabras reencontradas” en el que se discute a la par entre “usuaries de salud mental”, familiares, profesionales y ciudadanes sobre temas que se deciden en conjunto. En ese ámbito surgió mi experiencia de Mad Pride (loques orgulloses) que ha sido estímulo de nuevas reflexiones que quiero compartir. Por último tengo formación de psicóloga y me defino especializada en psicosis porque pienso que mi formación más importante derive de aquella fuerte experiencia de vida, me gusta estudiar el asunto así que querría hablar también de ciertas cosas que me mueven pensamientos. 

Traté de escribir durante la crisis, hice dibujos con la ayuda de mi amiga titiritera que me sostuvo siempre mucho en esos momentos, pero la dificultad de vivir en ese estado aumentaba al querer volcarla en una hoja en blanco.

Después de años de eso siento que me gustaría escuchar mis delirios, porque merecen dignidad y quizás porque así me den menos miedo, pero también para poder entender mejor mi propio brote, mi otra visión del mundo. Dado que siguen apareciendo, creo que voy a tener que convivir con ellos por el resto de mi vida.

Los delirios ahora se me presentan como sueños o a veces como pensamientos con más desapego.

Mi psiquiatra estuvo de acuerdo con que escribiera, diciéndome que existe la “terapia auto-narrativa”, lo que le daría una legitimidad científica, que supongo la deja más tranquila. Ella no está de acuerdo que el análisis del síntoma pueda ayudarme, cree que la psicosis despersonaliza, mientras que yo creo que dado que las manifestaciones son específicas de cada persona psicótica algo dicen a cada una de nosotras y si analizo las mías puedo obtener más herramientas para enfrentarlas.

¡Es alucinante (o delirante, si prefieren) que nosotres tengamos que tranquilizar a quienes tendrían que ayudarnos a construir instrumentos personales para seguir viviendo lo mejor posible!

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