La cura de les pobres
Con mi psicoterapeuta, con la que estuve más o menos 10 años, hemos hablado de
mi inclinación a enroscarme en pensamientos que no me llevan a ninguna parte y
me puse a llorar, porque no encuentro salida, no sé cómo salir de eso. Yo sé lo
que me gustaría trabajar: el juzgarme y juzgar a los demás, ser tan rígida (ver
todo blanco o negro). Por otra parte, sería el contexto terapéutico el lugar
donde poder trabajar estos aspectos, pero no siempre es fácil. Por ejemplo,
cuando mi psicóloga me dio tareas para casa: una vez por día por lo menos tenía
que concentrarme sobre un “lugar seguro” (donde sentirme en paz, sin pensar ni
en el pasado ni en el presente) como si fuera una foto, sintiendo las emociones
y sensaciones del estar ahí y respirando con los ojos cerrados. Pero yo la sentí
como algo standard y no los hice. Frente a mi resistencia ella me dijo que no
podía hablar de algo que no conocía y le respondí que me hubiese gustado hacer
una terapia psicodinámica porque me interesa el análisis profundo de las
causas. Ella aclaró que no hay psicoanalistas en el servicio público. O sea,
deduzco que un análisis del profundo se lo puede permitir sólo quien puede
pagárselo. Luego de esto, como para dar fundamento a su terapia y defender al
servicio público y a ella, ¡empezó a hablar de las líneas guía de la OMS!
Afirmó que cada patología tiene un tipo de terapia mayormente aconsejada porque
son eficaces estadísticamente y después de un poco de este discurso, desde lo alto
de su profesionalidad, yo le dije que no estaba interesada en los números, sino
en mí misma. ¿Quién tiene razón? ¿Por qué tengo que ceder yo? ¿Será porque
siendo pobre no puedo elegir mi terapia? Será que, así como un tiempo (o aún en
algunos lugares) a les pobres tocaba el manicomio ahora a nosotres nos toca
adaptarnos a las elecciones terapéuticas de otres? Es muy difícil cambiar de
terapeuta en el servicio de sanidad pública, dicen a menudo les loques en las
reuniones de Palabras Reencontradas.
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